Completo Manual Tecnico Manejo integrado de Enfermedades en cultivos hidroponicos

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Manejo integrado de enfermedades en cultivos hidropónicos
Claudio R. Sandoval Briones
1. Introducción
Las enfermedades constituyen uno de los elementos limitantes dentro de la producción de cualquier cultivo. De aquí que su control, sea un factor a tener presente desde la siembra o trasplante hasta la cosecha (Schumann, 1991; Manners, 1993). Sin embargo muchas veces al no tener un adecuado conocimiento de los posibles microorganismos y patologías asociadas a las distintas especies, y el no saber distinguir claramente la sintomatología que producen distintos hongos, bacterias o virus en las plantas, nos lleva a aplicar medidas de control inapropiadas. De aquí que dentro de un manejo integrado de enfermedades, el correcto diagnóstico del agente causal del problema, sea clave.
Tal como se ha señalado anteriormente, las enfermedades en plantas pueden ser causadas por distintos organismos. Si señaláramos los más importantes, en orden decreciente en cuanto a daño económico que puedan causar estos serían: hongos, bacterias y virus. Adicionalmente existen otros patógenos de importancia secundaria como son los fitoplasmas y los viroides
Durante las últimas décadas el control de enfermedades ha ido cambiando en cuanto a la forma de enfocarlo, tomando importancia el concepto de manejo integrado (Lehmann-Danzinger, 2004; Agrios, 1997). Este incluye medidas culturales tendientes a reducir el inóculo o evitar condiciones predisponentes para el desarrollo de la enfermedad, uso de controladores biológicos y en último término empleo de medidas de control físico y químico. Junto a lo anterior, durante los últimos años se ha incorporado a la producción agrícola el concepto de calidad e inocuidad alimentaria. Así entre otros, el término de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) como protocolo de producción, se ha difundido. Este consiste en un conjunto de principios, normas y recomendaciones técnicas que se aplican a lo largo de todo el proceso productivo y que no sólo se preocupan de la calidad de los productos, sino que también del cuidado del medio ambiente y del bienestar de los trabajadores agrícolas.

El presente manual busca entregar información en cuanto a las principales enfermedades que pueden afectar cultivos hidropónicos, que permita facilitar el diagnóstico de éstas y definir de mejor manera las posibles medidas de control, tanto preventivas como curativas posibles de implementar.
En general se puede decir que los cultivos sin suelo o hidropónicos están libres de problemas asociados a patógenos del suelo, como Fusariosis o caída de plántulas. Esta es una importante ventaja, si se considera el evitar el uso de desinfectantes de suelo como Bromuro de Metilo. Sin embargo, al usar sustratos inertes, la presencia de cualquier patógeno producto de contaminación, puede tener un efecto drástico al no existir competidores o controladores naturales.
De igual forma, muchas veces los lugares en los cuales se desarrolla este tipo de producción (invernaderos, casas, bodegas), favorecen condiciones ambientales (alta humedad, mala aireación) que predisponen el desarrollo y aparición de muchas enfermedades. Además los cultivos hidropónicos o sin suelo, al ser de tipo intensivo, normalmente están sometidos a un laboreo y manipulación constante, lo que puede ayudar a la diseminación de muchas enfermedades, particularmente bacterias o virus que se transmiten mecánicamente.
2. Problemas fitosanitarios más comunes
El producir plantas en cultivo hidropónico puede reducir la incidencia de un gran número de enfermedades que se encuentran asociadas al suelo. Este es el caso de caída de plántulas, producida por un complejo de hongos habitantes naturales del suelo (Pythium, Rhizoctonia, Botrytis, Fusarium entre otros) pudriciones radicales causadas por hongos del género Phytophthora y necrosis de los vasos conductores, asociado a especies de Fusarium y Verticillium. De esta forma, el utilizar esta modalidad de producción puede constituir una alternativa de control de estas patologías. Sin embargo, es importante asegurarse de que el agua de riego o el sustrato empleado no se encuentren contaminados, ya que en el caso contrario, la gravedad e incidencia de la enfermedad puede ser mucho mayor que lo que ocurriría en un cultivo tradicional en suelo. En cultivos hidropónicos, los hongos que afectan el sistema radical pueden tener un desarrollo muy rápido al no existir enemigos naturales. De igual forma, las condiciones de alta humedad existentes en este tipo de producción, más aún si ella se realiza bajo invernadero, pueden ser propicias para la infección, desarrollo y diseminación de muchos organismos fitopatógenos como hongos, bacterias y virus.
Juntos a las patologías causadas por agentes vivos o bióticos, también existen enfermedades que son causadas por agentes abióticos, a las que se les denomina desórdenes. Estas en un cultivo hidropónico o sin suelo se pueden deber a:
- fitotoxicidad por mala aplicación de pesticidas u otros agroquímicos - mal manejo del riego
- exceso de sales
- falta o exceso de ciertos nutrientes
- temperatura inadecuada
- pH inapropiado
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Daño por frío en tomate
(Fotografía Dr. Mauricio Lolas)
De aquí la importancia de preocuparse de factores como el utilizar una solución nutritiva adecuada a los requerimientos del cultivo, verificar pH y conductividad eléctrica, y tener presentes los requerimientos de temperatura de la especie que se va a cultivar.

2.1 Hongos
Como ya se ha señalado este grupo de microorganismos constituye el más importante desde el punto de vista económico en cuanto a su frecuencia de aparición y daño que pueden causar. En forma general se pueden clasificar en base a los órganos de la planta que afectan, encontrando hongos asociados al follaje (hojas y folíolos), otros que afectan el fruto, algunos que se ubican en los vasos conductores del tallo y finalmente los que atacan el sistema radical de la planta.
Del mismo modo, estos agentes fitopatógenos pueden producir síntomas bastante diversos, como manchas necróticas en hojas, folíolos y tallos, amarillamiento del follaje, pérdida de turgor y marchitez, necrosis interna en tallos y raíces, pudrición radical y de frutos. Asociado a esto, en algunos casos es posible observar el desarrollo del hongo sobre el tejido afectado, lo que puede facilitar en gran medida el diagnóstico.
Estos organismos se reproducen generalmente a través de esporas las cuales pueden ser diseminadas por el agua, viento, e incluso insectos. Estas estructuras de diseminación se pueden formar ya sea a través de mecanismos sexuales o asexuales.
2.2 Bacterias
Probablemente este grupo de patógenos constituye el segundo en importancia, luego de los hongos, si tenemos en cuenta el número y gravedad de las enfermedades que produce. Pueden ser consideradas como los organismos más pequeños capaces de desarrollarse independientemente, a diferencia de los virus. Normalmente tienen forma esférica o de varilla y se pueden encontrar agrupadas en racimos, cadenas, u otras formas (Goto, 1990). Por otra parte, pueden multiplicarse rápidamente a través del proceso conocido como fisión binaria, pudiendo doblar su población en periodos tan cortos como 20 minutos.
Un gran número de enfermedades causadas por bacterias pueden ser
determinadas con cierto grado de seguridad por el tipo de síntomas que
producen en la planta. Además, la mayoría son bastante específicas en cuanto

a huésped. Así por ejemplo, Pseudomonas syringae pv. tomato, causante de peca bacteriana en tomate, produce pequeñas manchas necróticas en los folíolos, siempre rodeadas de una aureola clorótica muy característica (Blancard, 1990).
Las bacterias fitopatógenas pueden sobrevivir por periodos prolongados en suelo y restos vegetales como saprófitos, o bien en malezas como poblaciones epífitas. De esta forma, a través del salpicado de agua pueden diseminarse y dar inicio a una nueva infección. Algunas incluso, pueden dispersarse a través de suelo contaminado arrastrado por el viento como se ha demostrado para Clavibacter michiganensis subsp. michiganensis, causante de cancro bacteriano del tomate, una de las principales enfermedades en este cultivo. Esta bacteria, al igual que otras, también puede moverse fácilmente a través de herramientas, manos o ropa contaminada, pasando en este caso a tener importancia como medida de control la higiene dentro de nuestro cultivo.
En la actualidad se reconocen alrededor de 60 especies de bacterias causantes de enfermedades en plantas, que incluyen aproximadamente 300 subespecies y patovares. Entre las patologías de mayor importancia causadas por este tipo de patógeno, se pueden mencionar aquellas que afectan hortalizas producidas por bacterias de los géneros Xanthomonas spp., Pseudomonas spp. y Clavibacter spp. Así podemos mencionar mancha angular en cucurbitáceas, mancha bacteriana y peca bacteriana en tomate y cancro bacteriano del tomate (Blancard, 1990; Sherf y Macnab, 1986; Apablaza, 1999)
2.3 Virus
Los virus son patógenos intracelulares causantes de numerosas pérdidas en plantas cultivadas, siendo uno de los principales factores limitantes de la producción. Las pérdidas causadas por estos agentes fitopatógenos en cultivos extensivos, frutales y hortalizas, se estiman en unos 15 billones de dólares anualmente a nivel mundial (Hull, 2002).
Al no existir medidas de control curativo para este tipo de enfermedades, la lucha contra estos agentes patógenos se ha basado en medidas preventivas como prácticas culturales, que incluyen control de agentes vectores, eliminación de fuentes de infección, utilización de material de propagación libre de virus y modificación en las fechas de siembra o plantación entre otras.

También se recurre a la utilización de cultivares resistentes desarrollados a través de programas de mejora tradicional u obtenidos empleando partes del genoma del patógeno en plantas transgénicas (Baulcombe, 1996).
Los virus en general presentan algunos síntomas bastante característicos, sin embargo otros pueden confundirse con los causados por la acción de agentes abióticos como déficit nutricional, falta o exceso de agua, toxicidad por productos químicos (pesticidas y herbicidas), o problemas de suelo (Jarvis, 2001b). Por tal razón, es siempre recomendable descartar otras posibles causas antes de atribuir un síntoma en particular a una enfermedad de naturaleza viral.
Entre los síntomas más comunes causados por virus, podemos mencionar los cambios de coloración en hojas y frutos (mosaicos y moteados) que corresponden a áreas de diferente color (verde claro o amarillo generalmente) alternadas con la coloración normal de estas estructuras. Estos cambios de coloración también se pueden manifestar como clorosis y bandeado de venas en hojas y anillos cloróticos o necróticos en hojas, tallos y frutos (Hull, 2002).
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Ampollamiento de hojas causado por el Virus del mosaico de la sandía (Watermelon mosaic virus
WMV) en melón

Otros síntomas propios de este tipo de enfermedad son las alteraciones en el crecimiento como es un acortamiento de entrenudos, cambios en la morfología de algunas estructuras (deformación de frutos, acucharamiento de hojas y ampollamiento), brotación des-uniforme o fuera de tiempo. También se puede producir un aborto floral o de frutos, lo que también incidirá finalmente en el rendimiento.
Los virus, a diferencia de otros organismos fitopatógenos se transmiten en forma pasiva a través de diferentes agentes vectores. Así, entre otros, podemos mencionar: semillas, polen, insectos, ácaros, nematodos, y hongos. De igual forma, estructuras vegetativas (estacas, rizomas, tubérculos) de propagación también pueden constituir una forma eficiente de diseminación de virosis. La transmisión mecánica a través de la savia puede ser otra forma a través de la cual algunos virus pueden diseminarse en el campo como es el caso del virus del mosaico del tabaco (Tobacco mosaic virus-TMV).
La transmisión de virus por insectos, desde el punto de vista económico, es la más importante. La mayoría de los insectos vectores de virus presentan aparato bucal picador chupador (pulgones, cicadélidos-langostinos, mosquita blanca, pertenecientes al orden Homóptera) si bien también algunos son masticadores (coleópteros) o poseen aparato bucal raspador (trips). De igual manera, algunos ácaros (eriófidos) tienen la capacidad de transmitir virus, si bien económicamente son mucho menos importantes.
Se han descrito enfermedades causadas por virus para la mayoría de las especies vegetales de importancia económica. Sin embargo, existen algunas enfermedades causadas por estos agentes fitopatógenos, que revisten mayor importancia en ciertos cultivos.
3. Diagnóstico
El manejo integrado de plagas (MIP) enfatiza como primer fundamento el diagnóstico correcto de él o los agentes causales de enfermedades en nuestros cultivos. Lo anterior considerando, que a través de un adecuado diagnóstico se pueden seleccionar las estrategias de control adecuadas.

Al detectar un problema fitosanitario en nuestro cultivo, nos podemos encontrar frente a las siguientes alternativas:
- El problema es causado por un organismo conocido, por lo que podemos aplicar las medidas de control adecuadas.
- El problema fitopatológico es de naturaleza desconocida, pudiendo utilizar medidas de control de amplio espectro, que implican un mayor riesgo de pérdidas en el cultivo o inversiones costosas de manejo, o recolectar muestras, con el fin de llevar a cabo un análisis fitopatológico
Así, el diagnóstico aparece como fundamental como etapa inicial dentro de un programa integrado de control de enfermedades, en el que se deben tener en cuenta:
- las condiciones en las que se presenta el problema (manejo del cultivo, condiciones ambientales).
- estado de desarrollo del cultivo, ya que la susceptibilidad de la planta a la enfermedad puede variar de acuerdo a éste.
- recordar que diferentes organismos o problemas de manejo pueden ocasionar un síntoma similar en la planta.
Para lo anterior, dentro del proceso de identificación de una enfermedad y su agente causal, se podrían seguir los siguientes pasos:
Primero: Consultar información disponible sobre enfermedades y problemas más importantes del cultivo. Estos antecedentes nos servirán para determinar el o los posibles agentes causales de la enfermedad.
Segundo: Disponer de información respecto a las características de resistencia del cultivar o variedad empleada.
Tercero: Considerar las prácticas de manejo realizadas y las condiciones de temperatura y humedad del lugar.
Cuarto: Determinar la distribución de las plantas enfermas en el cultivo (sin un orden claro, en áreas localizadas, según el sentido de las hileras) y la velocidad de avance de la enfermedad.

Quinto: Considerar como antecedentes, la parte de la planta afectada, al igual que el tipo de síntomas que se observan, y si es posible distinguir la presencia de algún hongo, etc.
Para un diagnóstico certero y preciso de una enfermedad es necesario en general el análisis conjunto de más de un factor o elemento envuelto. Así por ejemplo, la sintomatología puede simplemente indicarnos la presencia de un virus pero a través de ella, en general, no es posible definir con precisión la enfermedad, ya que muchos virus producen síntomas similares en el mismo huésped y muchos agentes abióticos producen síntomas que podrían ser atribuidos a enfermedades de naturaleza viral. Se debe tener presente la presencia o ausencia de posibles insectos vectores, origen de la semilla, plantines o plántulas utilizadas, antecedentes de resistencia del cultivar, fertilización empleada, entre otros.
4. Control
Es importante pensar en el control de enfermedades no sólo desde un punto de vista curativo, cuando el daño ya ha sido causado en nuestro cultivo, sino que también desde un punto de vista preventivo, antes de que podamos detectar la presencia del patógeno en las plantas. Así es fundamental considerar en las distintas etapas de desarrollo, siembra o trasplante, crecimiento del cultivo, cosecha y post-cosecha, medidas de manejo que permitan reducir las probabilidades de aparición de cualquier patología que pueda disminuir tanto la cantidad como la calidad del producto cosechado.
El control de enfermedades no debe estar basado únicamente en la aplicación de productos químicos, sino que estos deben ser un complemento de otras medidas posibles de utilizar. Esto es lo que se denomina manejo integrado de enfermedades, que considera el empleo de otros métodos de control como inspecciones reguladoras, control biológico, control físico y control cultural (Lehmann-Danzinger, 2004; Agrios, 1997).
Desde este punto de vista debemos tener presentes medidas que:
- Reduzcan las posibles fuentes de infección como eliminación de restos de la cosecha anterior y de malezas aledañas, utilización de semilla y plántulas sanas.

- Eviten condiciones apropiadas para el desarrollo de la enfermedad realizando una fertilización balanceada, y utilizando densidades de siembra y plantación que permitan una adecuada aireación. Cualquier variación del medio ambiente desde las condiciones ideales para el desarrollo del cultivo, puede dar lugar a condiciones de estrés que permitan el desarrollo de enfermedades. Dentro de esto, la higiene constituye un componente fundamental dentro el manejo de las condiciones medio ambientales.
- Disminuyan las posibilidades de diseminación del organismo causal de la enfermedad como desinfección de herramientas, manos, zapatos y estructura del invernadero, al igual que control de insectos transmisores de la enfermedad.
Complementariamente a lo anterior se puede recurrir a la aplicación de productos químicos específicos para algunas enfermedades. Sin embargo en este punto es importante alternar fungicidas de distinto grupo químico, sobre todo por el riesgo de desarrollo de resistencia por parte del patógeno.
En el caso de cultivos hidropónicos o sin suelo cuando se definen medidas de control se deben tener presentes las posibles formas de llegada de la enfermedad a nuestro cultivo. Así, entre las más comunes se pueden señalar:
- agua o solución nutritiva contaminada
- sustrato contaminado
- viento
- herramientas o equipo de poda, recolección, limpieza o labores en general contaminado
- semillas o plántulas contaminadas
Desde este punto de vista por ejemplo, es importante considerar la calidad microbiológica del agua. Si se sospecha que ésta está contaminada, la cloración en sus diferentes modalidades constituye el proceso de desinfección más utilizado y el más barato (hipoclorito de sodio o de calcio en concentración de 2 a 5 ppm de cloro). También se puede recurrir al filtrado lento a través de 60 a 90 cm de lana de roca granulada o bien arena fina (Stephens, 2000). Otro tratamiento posible de utilizar es la aplicación de temperatura (90°C por 2 minutos o 85°C por 3 minutos).

En cuanto a la solución nutritiva, para su desinfección se puede utilizar burbujeo de ozono en dosis de 8 a 10 g/hora/m3, aplicación de peróxido de hidrógeno en concentración de 400 ppm o empleo de lámparas de radiación ultravioleta (254 nm) (Runia, 1994a, Runia, 1994b).
Respecto al sustrato, este puede ser desinfectado con vapor a 85° C al menos por 30 minutos o bien con agua caliente (100° C) en cantidades de 1 litro por dm3. También es posible su desinfección a través de la solarización por periodos de al menos dos meses (Gómez, 2004). Esta técnica consiste en cubrir el sustrato húmedo con polietileno transparente durante un periodo de 4 a 6 semanas, en los meses de mayor temperatura. Así se impide la pérdida de calor, pudiendo lograr temperaturas que permiten controlar numerosas especies de hongos del suelo.
4.1 Control cultural
Es fundamental mantener el cultivo libre de tierra y rastrojos vegetales ya que su presencia favorece la aparición de enfermedades e insectos. Aquí es importante recordar un principio fundamental: cultivos hidropónicos y en suelo no deben mezclarse. Si estamos realizando cultivos hidropónicos no deberíamos utilizar suelo en ningún momento ni etapa dentro del desarrollo de las plantas.
La reducción de fuentes de inóculo parte con la utilización de material de propagación sano, libre de virus y control de malezas que pueden constituir huéspedes alternativos. Esto último se puede lograr en invernaderos por ejemplo, cubriendo el suelo con plastillera o sacos plásticos de fertilizantes limpios.
Otra práctica de importancia la constituye el monitoreo o revisión periódica de nuestro cultivo, labor que es un elemento clave a tener presente dentro de un programa de control integrado de enfermedades y plagas. En cada una de las revisiones, ojalá diarias, se debe buscar alteraciones en nuestras plantas como: cambios de coloración, falta de vigor, marchitez, presencia de manchas o tizones, etc. Eso debe ser cuantificado a través de parámetros como incidencia (número de órganos afectados respecto al total) o severidad (en base a una escala que asigna valores a distintos niveles de daño producidos por el patógeno).

Junto a lo anterior, es también importante el monitorear la presencia en el cultivo de posibles insectos vectores como son pulgones y trips. Para esto se pueden realizar observaciones directas en la planta, o bien efectuar muestreos indirectos. Para esto último se pueden emplear redes o mallas entomológicas u otros sistemas de captura, o bien trampas pegajosas de colores (generalmente azules, amarillas o blancas) o recipientes amarillos conteniendo agua y detergente. Estos dos últimos sistemas son los más empleados en el caso de insectos transmisores de enfermedades (pulgones, trips, mosquitas blancas), y en este caso se registra el número de individuos capturado por el lapso de tiempo transcurrido entre una observación y otra. Con la información obtenida a través de alguno de estos métodos, se puede decidir el momento oportuno de aplicación de algún insecticida que permita reducir las probabilidades de diseminación de alguna enfermedad.
Otras medidas culturales que se pueden utilizar para reducir la diseminación son cultivos barrera o barreras físicas o bien modificar la fecha de siembra o plantación para evitar las poblaciones máximas de insectos vectores.
4.2 Empleo de Genotipos resistentes o tolerantes
El uso de cultivares o variedades resistentes o tolerantes constituye un método de control importante, particularmente para enfermedades causadas por virus. Este se basa en el empleo de genotipos comerciales a los que se les ha incorporado genes de resistencia a algún patógeno, ya sea a través de fitomejoramiento tradicional o bien por utilización de técnicas de ingeniería genética. Así, la elección de la variedad a utilizar debería considerar como primer factor a tener presente, sus características de resistencia o tolerancia a enfermedades de importancia en el área de cultivo. Esta constituiría una primera medida de control. Sin embargo, al decidir el genotipo a emplear también se deben tener en cuenta otros factores como son: objetivo de la producción, mercados de destino, época de cultivo (sensibilidad a bajas o altas temperaturas), precocidad, vigor y características del fruto o producto a cosechar entre otros.
Por ejemplo, la variedad de tomate Fortaleza se adapta muy bien a producción bajo invernadero al ser poco vigorosa por lo que requiere de un menor trabajo de deshoje y desbrote. Esta característica además favorece una buena aireación lo que lleva a condiciones menos favorables para el desarrollo de hongos como Botrytis cinerea. Adicionalmente su fruto presenta buen calibre y firmeza lo que la hace una variedad deseable. Por otra parte, el híbrido BN

7120, es vigoroso por lo que puede tener tendencia a emboscarse y producir frutos ahuecados. Esta condición hace necesario tanto regular de manera más cuidadosa los niveles de nitrógeno en la solución nutritiva como también efectuar de manera más frecuente labores de desbrote y deshoje para evitar condiciones que favorezcan la aparición de enfermedades. Finalmente el cultivar María Italia presenta características de fruto (buen sabor y color rojo intenso) y potencial de rendimiento altamente deseables las que la hacen perfilarse también como un genotipo promisorio no sólo en cultivo sin suelo, sino que también en producción forzada bajo invernadero.
En el caso de lechuga también existe una amplia diversidad de variedades y cultivares los que se diferencian según el tipo de hoja y hábito de crecimiento. Así podemos distinguir las de amarre, mantecosas o españolas, de ciclo más corto y por lo tanto normalmente las más utilizadas en producción en invernadero y cultivo hidropónico. Aquí encontramos los cultivares Gallega o Parker, Francesa, Reina de Mayo, Trocadero y White Boston o Española entre otros. Estas, por la arquitectura de sus hojas tienden a favorecer el desarrollo de Botrytis cinerea, por lo que se debe ser más cuidadoso en evitar condiciones que ayuden en la infección de este hongo. Un segundo grupo lo constituyen las lechugas de cabeza, también llamadas escarolas las que presentan un ciclo vegetativo más largo que las anteriores y por ende un mayor rendimiento. Aquí existe una amplia disponibilidad de cultivares entre los que se pueden nombrar Climax, Empire, Great Lakes, Merit, Minetto, Salinas y Vanguard. Un tercer grupo corresponde a las lechugas romanas o costinas en el que los cultivares más conocidos son Conconina, Corsica, Costina Abarca, Parris Island, Romabella, Odessa. La elección finalmente del cultivar a utilizar, dependerá principalmente de las preferencias del mercado, precocidad y época de siembra además de características de crecimiento que pueden hacerla más o menos susceptible a algunas enfermedades.
En cuanto a melón la variedad botánica más cultivada la constituye el grupo de los inodoros que se caracteriza por frutos de tamaño medio a grande, de forma redonda, superficie lisa o rugosa de gran serosidad. Presentan una larga vida de postcosecha siendo los cultivares más comunes Money Dew, Cassaba, Crenshaw, Early Dew, Gold King. Un segundo grupo corresponde a los reticulados o escritos con frutos más bien pequeños de piel irregular entre los que se cuentan cultivares como Hale’s Best, Iriquois y Seneca Delicious, Durango, Galia, Mission entre otros. Estos presentan una vida de postcosecha inferior a los anteriores. La elección nuevamente estará determinada por el

mercado y características de precocidad del genotipo junto con antecedentes de resistencia a enfermedades como oidio.
4.3 Control químico
Si bien en el mercado existen una serie de productos químicos para el control de distintas enfermedades, es importante tener claro el organismo y enfermedad que está afectando nuestro cultivo, antes de decidir que tipo de producto vamos a aplicar, ya que la mayoría de ellos presenta una acción específica sólo hacia ciertos patógenos. De igual forma se debe tener presente que algunos sólo tienen acción preventiva, otros curativa y otros erradicante. Otro factor importante que se debe tener en cuenta es que el producto a aplicar se encuentre registrado en el país para ser utilizado en el cultivo en el que se va a emplear. Esta información en el caso de Chile puede ser obtenida del SAG (Servicio Agrícola y Ganadero), entidad a cargo del registro de pesticidas para los distintos cultivos agrícolas. De igual modo, si el producto obtenido se destinará a la exportación, el fungicida debe encontrarse registrado en el mercado de destino. Esta información puede obtenerse, en el caso de nuestro país, a través de la Asociación de Exportadores de Chile A.G. (Agenda de pesticidas, registros, tolerancias y carencias en frutas y hortalizas de exportación) o bien informarse a través de las entidades gubernamentales pertinentes.
En el siguiente Cuadro se resumen los fungicidas registrados para el caso de tomate fresco en los distintos mercados de destino.

Al momento de decidir su utilización se deben respetar los periodos de carencia señalados en la etiqueta del producto (tiempo que debe transcurrir desde la aplicación hasta la cosecha) y de reingreso (lapso de tiempo que debe pasar luego de la aplicación antes que se puedan realizar nuevamente labores en el cultivo). Para evitar el acceso de personas se deben colocar señales de advertencia. De igual modo para determinar la frecuencia de aplicación se debe tener presente el efecto residual del producto (tiempo que permanece activo contra el patógeno). Así por ejemplo un producto recomendado para el control de mildiú en lechuga cuyos ingredientes activos son Benalaxil y Mancozeb, presenta un tiempo de carencia de 30 días. Esto implica que la última aplicación de este fungicida al cultivo podría realizarse al menos un mes antes de cosecha. Por otra parte su efecto residual es de aproximadamente 12 a 14 días, por lo que la frecuencia de aplicación debería ser cada dos semanas.

En el caso particular de virus, como ya se ha señalado, al no existir productos que tengan un control curativo sobre las enfermedades que causan, todas las medidas apuntan a impedir el ingreso del agente fitopatógeno al huésped (control preventivo). De esta forma, las medidas de manejo tienen como objetivo: eliminar las fuentes de infección, evitar la diseminación del virus a través de los vectores dentro del cultivo y utilizar variedades o cultivares resistentes o tolerantes.
Sin embargo, para este tipo de patógeno se puede realizar un control indirecto, a través de la aplicación de productos químicos (insecticidas) que actúen sobre los agentes vectores (pulgones, trips entre otros), reduciendo la dispersión del virus en el campo. Sin embargo, su aplicación es poco efectiva en el caso de virus no persistentes. Igual cosa ocurre para fitoplasmas y bacterias fastidiosas fitopatógenas, algunas de las cuales son diseminadas a través de langostinos.
Finalmente, cualquiera sea el caso de empleo de fungicidas, bactericidas o insecticidas, se debe tener siempre presente el utilizarlos sólo las veces que sea necesario, para que su impacto sobre el medio ambiente sea mínimo. Desde este punto de vista, es recomendable favorecer el empleo de métodos de control de enfermedades tanto biológicos como culturales.
4.4 Control biológico
Existen muchos microorganismos que han sido considerados como antagonistas de algunos patógenos, constituyendo una alternativa a los productos químicos. La lucha ejercida por ellos puede ser por el contacto físico directo de éste con el agente causal de la enfermedad o bien por la liberación por parte del biocontrolador de sustancias que tienen un efecto negativo sobre el patógeno. Otra forma de actuar es a través de la competencia por espacio y nutrientes (Jarvis, 2001a; Vega, 1999).
El objetivo del control biológico es estimular la colonización de la superficie de las plantas, por antagonistas saprofitos capaces de multiplicarse y disminuir el inóculo de los patógenos. Los biocontroladores son selectivos y no dañan los tejidos de la planta, siendo una alternativa ecológicamente más conveniente, sin problemas de contaminación y de residuos químicos (Loison, 2003). Así, se han transformado en una herramienta de real importancia dentro del manejo integrado de enfermedades (Bruna, 1991). Dentro de la lista de microorganismos con actividad antagonista se pueden mencionar entre otros,

hongos del género Trichoderma sp. y algunas de las especies de las bacterias Bacillus y Pseudomonas (Campbell, 1989).
Trichoderma es un habitante común del suelo, capaz de controlar un gran número de patógenos tales como Armillaria mellea, Phytophthora spp., Rhizoctonia solani, Sclerotium rolfsii, Pythium spp., Botrytis cinerea, Fusarium spp., Verticillium spp. entre otros (Sivan et al., 1987; de Meyer et al., 1998). Su forma de acción es por competencia y predación, enrollando su micelio alrededor del cuerpo del patógeno (hifas), el que es penetrado y finalmente desintegrado. También algunas especies y razas de este hongo son capaces de producir antibióticos especialmente a pH bajos (Cook, 1989), y generar una respuesta de resistencia sistémica de la planta frente al patógeno (de Meyer et.al., 1998). Ensayos realizados en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Talca en lechuga en cultivo hidropónico (Nutrient film technique-NFT) mostraron a una cepa chilena nativa de Trichoderma como un eficiente controlador de Botrytis cinerea en aplicaciones preventivas.
Por otra parte, Bacillus subtilis se ha mostrado como un eficiente controlador de hongos como Fusarium y Rhizoctonia solani en cultivos como tomate, sandía y papa (Solis y Ramos, 1996; Zabaleta-Mejía, 2000; Brada et al., 1995). Su efecto, cuando se aplica al suelo o en las semillas, no se debe exclusivamente a su antagonismo con los patógenos y la liberación de compuestos con propiedades antifúngicas, sino que también a la producción de sustancias promotoras del crecimiento (Fernández y Vega, 2001).
Las rizobacterias del género Pseudomonas, principalmente las especies P. fluorescens y P. putida, también han resultado ser eficientes controladores de pudriciones blandas causadas por agentes fitopatógenos en muchos cultivos, cuando se aplican a las semillas y raíces de plantas (Agrios, 1997)
4.5 Manejo integrado
Así, dependiendo del historial de presencia de enfermedades en el lugar donde desarrollaremos nuestro cultivo, deberíamos tener presentes como medidas de control integrado de enfermedades en cultivos hidropónicos las siguientes:
a. Asociadas a manejo de la temperatura

- a través del manejo de la aireación evitar condiciones de temperatura favorables para el desarrollo de enfermedades. Es recomendable ventilar temprano en la mañana (si las condiciones climáticas lo permiten) para así lograr que la temperatura suba paulatinamente y se evite la formación de rocío.
- definir apropiadamente las fechas de siembra y trasplante de modo de otorgar al cultivo las condiciones térmicas óptimas para su desarrollo. Semillas germinando en condiciones adecuadas de temperatura lo hacen de manera más rápida, estando menos expuestas al ataque de patógenos. De igual modo, plantas creciendo bajo temperaturas apropiadas se mostraran más resistentes a infecciones.
b. Asociadas a manejo de la humedad
- evitar condiciones de falta de aireación y exceso de humedad que favorezcan el desarrollo de enfermedades. De aquí la importancia de favorecer la ventilación dentro del cultivo, considerando en el caso de invernaderos, la existencia de lucarnas (ventilación cenital) y ventanas laterales.
- no mojar el follaje, a menos que exista la seguridad de que este se seque rápidamente (dentro de una hora o dos).

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Invernadero con ventilación lateral, lo que permite una adecuada aireación en este caso de las
almacigueras
(Fotografía Dra. Gilda Carrasco)
c. Asociadas al sustrato empleado
- asegurarse de que el sustrato a utilizar este libre de enfermedades. La presencia de tierra o compost no desinfectado en éste, podría implicar un riesgo, ya que la existencia de cualquier patógeno tendría un carácter explosivo al no existir competidores o controladores naturales. Por lo anterior es importante conocer al proveedor, especialmente si se trata de cascarilla de arroz o cualquier otro sustrato vegetal que haya sido almacenado. En el caso de turba y cualquier otro sustrato orgánico compostado, idealmente se debe contar con la certificación del proceso, y a pesar de tener esta información es recomendable asegurar el pH de éste. De lo contrario se corre el riesgo de que se produzcan desórdenes nutricionales en la planta, que la debilitan y favorezcan el ingreso de patógenos.

d. Asociadas a la fertilización y solución nutritiva
- evitar condiciones de estrés en las plantas producidas por cambios bruscos de pH, conductividad eléctrica o temperatura de la solución nutritiva.
- Mantener una fertilización balanceada, en particular durante el periodo de fructificación, evitando aplicaciones excesivas o falta de algunos nutrientes como Nitrógeno. Para esto se debe asegurar el elegir la mejor solución nutritiva para el sistema hidropónico empleado, cultivo y ajustada al agua de riego.

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e. Asociadas a prácticas culturales
- desinfección de la estructura del invernadero, siendo posible utilizar para esto una solución de hipoclorito de sodio al 2%. Normalmente la lejía comercial viene en concentración del 7%, por lo que una parte de ésta por tres partes de agua limpia daría la concentración final requerida. También se pueden utilizar otros desinfectantes comerciales de venta en el mercado en base a Yodo.
- cubrimiento del suelo del invernadero con plástico, para evitar contaminación del sustrato. Para esto también se pueden utilizar sacos de fertilizante, semillas o papas, en lo posible blancos, previamente lavados.
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Cobertura del piso del invernadero con polietileno, para evitar contaminación con suelo que puede ser
fuente de inóculo de algunos hongos fitopatógenos
(Fotografía Dra. Gilda Carrasco)

- mantener cubierto el estanque de riego para evitar contaminación y ojalá recibir el agua por tubos.
- eliminar malezas y restos vegetales en el área de cultivo o la cercana a él.
- recolectar y eliminar las primeras hojas que se observen infectadas, ya que estas constituyen fuente inóculo, siendo especialmente importantes en lugares cerrados como invernaderos.
- para enfermedades en que no existan alternativas de control curativo eficientes (virosis por ejemplo), eliminar plantas enfermas y aquellas inmediatamente vecinas. Igual cosa con aquellas que presenten estados avanzados de infección donde no existan posibilidades de recuperarlas. Para tal fin, colocar una bolsa plástica sobre ellas y de esa forma sacarlas del cultivo de modo de evitar tocar otras plantas. Depositarlas en un lugar alejado, ojalá en un recipiente con tapa para evitar que queden expuestas al viento, agua o insectos.
- planificar adecuadamente las fechas de siembra y establecimiento del cultivo, de modo de evitar que este se vea sometido a condiciones de estrés que lo hagan más susceptible a ciertas enfermedades. De igual modo al modificar fechas de siembra podemos evitar los momentos con mayor población de insectos vectores de virus u otros patógenos (trips, pulgones).
- desinfectar periódicamente herramientas con una solución de fosfato trisódico o hipoclorito de sodio al 2%, o bien desinfectantes en base a Yodo de venta en el mercado.
- monitoreo permanente del cultivo (al menos semanalmente), buscando tanto plantas con síntomas que pudiesen estar asociados a enfermedades, como también presencia de insectos, potenciales vectores de algunos patógenos tales como virus (pulgones, trips). Para esto, como ya se ha señalado, se pueden instalar trampas pegajosas de colores (normalmente azules, amarillas o blancas) en los sectores con malezas en torno al área de producción. Es importante llevar un registro permanente de los resultados de este monitoreo.

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Trampas pegajosas utilizadas para el monitoreo de insectos vectores de virus
- entrenamiento del personal en cuanto a desinfección de manos y herramientas. Así, es importante mantener un recipiente con desinfectante al final de cada hilera o entre hileras. Para esto se puede utilizar detergente en agua, leche descremada, fosfato trisódico o desinfectantes en base a Yodo.
- dejar para realizar al final labores en sectores afectados o en los que se sospeche de la presencia de alguna enfermedad.
- no fumar dentro de las áreas de cultivo, ya que esto puede ser una fuente de inóculo de virus.
- realizar la cosecha en momentos del día más frescos y menos húmedos. - cosechar cuidadosamente, evitando causar heridas con las uñas.

- trasladar rápidamente el producto desde el sol a un lugar en la sombra y fresco, ojalá refrigerado. Por ejemplo en el caso particular de lechuga, estas se deben mantener luego de cosecha a una temperatura de 1°C-2°C, con una humedad relativa de un 95%.
- en cultivos como tomate o melón, donde se realizan podas o amarres, es importante efectuar los cortes a ras del tallo, y llevar a cabo las labores en momentos en que la humedad relativa no sea muy alta.
f. Asociada al material vegetal empleado
- asegurarse de la procedencia y estado fitosanitario de semillas o plántulas.
- en caso de no estar seguro de la calidad sanitaria de las semillas, desinfectar éstas con una solución de hipoclorito de sodio al 1% por 20 minutos.
- emplear en lo posible variedades o cultivares que presenten resistencia o tolerancia a ciertas enfermedades. La resistencia genética es una de las más importantes alternativas de control para cualquier patología siendo preferida por sobre cualquier otro método. Estos genotipos pueden obtenerse ya sea a través de programas de fitomejoramiento tradicionales o bien, ingeniería genética. En este último caso, se ha logrado disponer de plantas resistentes por ejemplo, transformándolas con el transgen de la proteína de la cápsida del virus (Fraser, 1987).
- tener en cuenta la arquitectura o hábito de crecimiento del genotipo ya que este aspecto en muchos casos puede determinar una mayor susceptibilidad o no a ciertas enfermedades. Así por ejemplo, variedades de lechuga, del tipo mantecosa, que presentan las hojas externas más abiertas en general, pero que forman cabeza, tienden a presentar mayor probabilidad de desarrollar hongos como Botrytis cinerea, ya que estas hojas permiten que se acumule humedad en la base de ellas favoreciendo el desarrollo de hongos. No obstante éstas son las más utilizadas en cultivo hidropónico debido a su precocidad y calidad culinaria.

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Plantas de lechuga del tipo mantecosa, las que por disposición de sus hojas externas pueden presentar
mayor susceptibilidad a pudrición gris causada por
Botrytis cinerea
(Fotografìa Dra. Gilda Carrasco





g. Asociadas a estructura, ubicación y características del invernadero
- Orientación del invernadero paralela a los vientos predominantes en el sector, de modo de favorecer la aireación.
- Evitar utilizar para su emplazamiento lugares sombreados, cercanos a árboles u otras estructuras que no permitan una buena iluminación y circulación de aire.

- Considerar en su construcción una altura de al menos tres metros en la parte baja y ventilación tanto en la parte superior (lucarnas de 50 cm) como lateral.
- Ubicar un pediluvio con solución desinfectante en los accesos del invernadero (sulfato de cobre). Este consiste en un recipiente del tamaño suficiente como para que una persona se pueda parar en él, y de una profundidad de unos 4 a 5 cm, que contiene una esponja de aproximadamente igual tamaño embebida en la solución desinfectante.
- Implementar doble puerta en el acceso con el fin de dificultar el posible ingreso de insectos vectores de enfermedades al interior del invernadero.
5. Enfermedades de importancia en algunos cultivos hidropónicos  
5.1 Tomate
Esta especie generalmente se cultiva en sustratos como perlita, lana de roca, fibra de coco, turba o mezclas con cascarilla de arroz u otros, en sistemas abiertos, es decir fertirrigación. En general son muchos los patógenos asociados a esta hortaliza, que pueden afectarla en cultivo hidropónico. Así entre otras podemos mencionar:
a. Manchas foliares, producidas por distintas especies de hongos, entre otros Alternaria, Cladosporium, Stemphylium. En muchos casos estas se inician como manchas cloróticas circulares, las que luego se necrosan, observándose a veces la presencia en estas de anillos concéntricos. En estados más avanzados de la enfermedad y en ataques severos se puede producir incluso defoliación (Apablaza, 1999; Latorre, 1995).

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Manchas foliares en tomate
(Fotografía Dr. Mauricio Lolas)
Para el control de estas patologías es fundamental, entre otras medidas culturales el utilizar semilla y plántulas sanas, y eliminar hojas enfermas y restos de cosecha de cultivos anteriores, ya que estos pueden constituir la principal fuente de inóculo. Por otra parte es importante favorecer la aireación en el cultivo de modo de evitar que el follaje permanezca con agua libre por periodos prolongados de tiempo. De esta forma logramos impedir que se den condiciones propicias para el inicio de nuevas infecciones. En producción bajo invernadero esto se puede lograr a través del empleo de sistemas de ventilación lateral, uso de doble techo para impedir el goteo del agua sobre las plantas y un diseño adecuado en cuanto a tamaño que permita una adecuada circulación de aire.
Por otra parte existen cultivares que presentan resistencia a Stemphylium y Cladosporium. Así para el primer hongo podemos mencionar, entre las variedades recomendadas para cultivo bajo invernadero a Agora, Cobra, Carmelo, Alonso, Any-11y Fortaleza. Para el segundo patógeno se señalan como resistentes los genotipos Vanesa, Vicar, Alambra, y Alonso.
En cuanto a productos químicos, se recomienda emplear fungicidas como Mancozeb, Propineb, Clorotalonil, Cyproconazole, Fenarimol, Hexaconazole o Iprodione al existir condiciones favorables para el desarrollo de estos hongos, como son una alta humedad relativa (superior a un 85%), acumulación de agua sobre el follaje y temperaturas moderadas. Stemphylium y Cladosporium presentan como temperaturas óptimas para su crecimiento 24- 26°C, mientras que Alternaria puede desarrollarse bien en rangos de temperaturas mayores (9 a 30°C). Es importante como ya se ha señalado al momento de emplear fungicidas considerar registro del producto para el

cultivo, y respetar tiempos de carencia y periodos de reingreso. De igual modo la frecuencia de aplicación debe establecerse de acuerdo al efecto residual.
b. Tizones foliares, como los causados por Phytophthora infestans (tizón tardío) y Alternaria solani (tizón temprano). Se caracterizan por la presencia inicial en las hojas de lesiones necróticas, seguido de una muerte rápida y extensiva del follaje de la planta, que se puede asemejar al daño producido por heladas (Apablaza, 1999; Latorre, 1995).
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Síntomas de tizón temprano en tallo de tomate
(Fotografía: Dr. Mauricio Lolas)

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Síntomas de tizón tardío (Phytophthora infestans) en tomate
(Fotografías Dr. Mauricio Lolas)

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Síntomas de tizón temprano (Alternaria solani) en tomate
(Fotografías Dr. Mauricio Lolas)
El agente causal de tizón tardío en particular requiere de condiciones para su desarrollo las que han sido claramente determinadas. Así por ejemplo para la formación de los esporangios del hongo (forma como se disemina), la temperatura óptima se ubica entre los 18 y 21°C, con humedades relativas cercanas al 100%. Por otra parte para la germinación de las zoosporas (espora que da inicio a la infección y que se libera desde los esporangios) el óptimo se encuentra entre los 12 y 15°C. El patógeno también puede iniciar la infección sin necesidad de formar zoosporas, a través de la germinación directa del esporangio. En este caso la temperatura óptima es de 25°C. Por tal motivo existen sistemas de pronóstico para esta patología los que pueden ser empleados para definir los momentos en que es necesario realizar algún tipo de aplicación de fungicidas para su control. Sin embargo si no se cuenta con éstos, se debe tener claro que presencia de agua libre sobre el follaje por

periodos de 2 o más horas con temperaturas que vayan desde los 12 a los 21°C, son las condiciones ideales para el desarrollo de esta enfermedad.
De darse estas condiciones, entre los fungicidas posibles de utilizar se pueden mencionar productos como Azoxystrobin, Trifloxystrobin, Cymoxanil, Clorotalonil, Dimetomorfo, Mancozeb, Mefenoxam, Metiram, Oxadixilo, cúpricos (Oxicloruro de cobre, óxido de cobre), Propineb y Metalaxilo.
En cuanto a tizón temprano como medidas de control es importante la desinfección de semillas, y favorecer la aireación dentro del cultivo. Eso es especialmente importante en producción en lugares cerrados como invernaderos, donde se debe favorecer la aireación disponiendo de sistemas de ventilación apropiados. De igual manera, al igual que en el caso de manchas foliares y pudrición gris se recomienda el eliminar hojas y tallos de plantas enfermas, los que constituyen una importante fuente de inóculo. Estas deben ser depositadas en bolsas cerradas al momento de recolectarlas para evitar dispersión de las esporas del hongo hacia tejido sano, y luego quemarlas. Al existir condiciones predisponentes (alta humedad ambiental, superior al 85% y temperaturas moderadas, entre 10 y 28°C) se puede recurrir a la aplicación de fungicidas como Mancozeb, Clorotalonilo, Iprodione, Anilazina, Azoxystrobin, Trifloxystrobin, Metconazol, Metiram, Propineb,Tebuconazol y Cúpricos (Latorre, 2004).
b. Botritis, moho gris o pudrición gris, que probablemente constituye el problema patológico más ampliamente distribuido, al afectar no sólo tomate, sino también otras especies hortícolas en cultivo hidropónico. Esta enfermedad es causada por el hongo Botrytis cinerea. Normalmente los primeros síntomas de esta patología se manifiestan como lesiones acuosas, en muchos casos asociadas a tejido muerto. Estas posteriormente, si existen condiciones de humedad apropiadas, pueden tomar un color café grisáceo, y el patógeno desarrollar esporas, las que son de color gris, sobre el tejido enfermo. Estas constituyen la principal fuente de inóculo, pudiendo la enfermedad diseminarse rápidamente en particular, si existen condiciones de humedad apropiadas para el desarrollo del hongo (Latorre, 1995; Apablaza, 1999; Jarvis, 2001c). Esta última condición es fundamental para la infección, siendo necesarias humedades relativas superiores al 90% para que sus esporas germinen. De esta forma, si existe persistencia de agua libre sobre el follaje las condiciones serán óptimas para el desarrollo de esta enfermedad. Lo anterior debe estar asociado a temperaturas apropiadas, ubicándose el óptimo

para el crecimiento de Botrytis entre los 20 y 24°C, no siendo frecuentes infecciones por sobre este rango.
De acuerdo a lo anterior, es fundamental para el control de este patógeno el regular adecuadamente las condiciones de humedad y temperatura en el cultivo, situación que adquiere especial relevancia en producción bajo invernadero. De esta forma, se deben tener presentes las recomendaciones señaladas para manchas foliares y tizones.
En el caso de este patógeno, es importante al momento de aplicar fungicidas, realizar una rotación de grupos químicos, no aplicando en forma reiterada el mismo producto. Entre otros productos se recomiendan Benomilo, Carbendazima, Metiltiofanato, Captan, Clorotalonil, Cyprodinil en mezcla con Fludioxonil, Diclofluanid, Iprodione, Procymidone, Fenhexamid y Pyrimethanil. También se dispone en el mercado de algunos productos en base a extracto de pomelo.
Existen además experiencias en el control de esta patología a través de la aplicación preventiva de bicarbonatos, en particular bicarbonato de potasio en soluciones al 1%.
En cuanto a las medidas de control cultural dentro de un manejo integrado de la enfermedad, junto con una adecuada aireación como ya se ha mencionado, es recomendable el eliminar hojas senescentes de la planta que pueden ser sustrato propicio para el desarrollo del hongo, al igual que tejido ya infectado, en el caso de pequeñas superficies, ya que este constituirá fuente de inóculo. De igual modo es importante evitar exceso de fertilización nitrogenada, ya que esto favorece tejidos suculentos y un mayor crecimiento vegetativo dando condiciones apropiadas para la infección. En algunos casos, aplicaciones de calcio han demostrado ser efectivas en aumentar la resistencia al hongo en frutos y planta en general.
Finalmente para esta enfermedad se han obtenido buenos resultados en control preventivo a través de la aplicación de agentes biocontroladores como Trichoderma spp. y Bacillus subtilis. Sin embargo esto no es válido para todas las cepas o aislados de estos controladores biológicos, por lo que es importante previo a su utilización consultar a los distribuidores si éstas han sido evaluadas en el control de este patógeno. De igual modo se debe tener presente la compatibilidad con fungicidas o bactericidas que se puedan aplicar en conjunto o dentro del programa fitosanitario.

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Pudrición gris en frutos de tomate
(Fotografía Dr. Mauricio Lolas)
c. Pudriciones radicales, las que son producidas por hongos del género Pythium spp. y Phytophthora spp. Estos pueden ser de especial importancia en cultivos hidropónicos, especialmente cuando se emplean técnicas con sustrato. Lo anterior ya que sus esporas que poseen flagelos, pueden diseminarse fácilmente en el agua. Los síntomas asociados a esta patología son necrosis y pudrición en las raíces y cuello de la planta (Sherf y MacNab, 1986; Apablaza, 1999; Latorre, 1995; Jarvis, 2000). De igual forma las plantas afectadas, pueden mostrar una pérdida parcial o total de la coloración del follaje, seguido de un decaimiento progresivo y reducción del vigor, dando un aspecto general de marchitez (Latorre, 1995).

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Síntomas de caída de plántulas en pimentón
La temperatura óptima para la formación de esporangios y diseminación de ambos patógenos se ubica entre los 18 y 23°C. Sin embargo las pudriciones radicales se pueden presentar con temperaturas por fuera de este rango.
Al igual que para muchas enfermedades, el utilizar semilla de calidad, es un factor fundamental en el control de esta patología. Sin embargo el asegurarse de la limpieza y ausencia de posibles fuentes de contaminación en el sustrato, bandejas, agua y solución nutritiva constituyen medidas de control cultural aún más importantes. La presencia de tierra no desinfectada implica un alto riesgo, ya que como se señaló anteriormente, al no existir competidores o controladores naturales, el aumento de la población del patógeno puede ser explosivo. Entre las medidas para evitar contaminación se pueden señalar:
- cubrir los estanques de riego y utilizar tuberías para conducir el agua - lavar y desinfectar recipientes con hipoclorito de sodio al 1%
- en lo posible mantener el suelo cubierto con polietileno para evitar
contaminación con tierra.
Por otra parte, para asegurarse de la ausencia de inóculo de estos hongos en la solución nutritiva, se puede recurrir a la cloración de ésta (hipoclorito de sodio o de calcio en concentración de 2 a 5 ppm de cloro), o bien su filtrado lento a través de 60 a 90 cm de lana de roca granulada o bien arena fina (Stephens, 2000). También se le pueden realizar tratamientos con burbujeo de ozono en dosis de 8 a 10 g/hora/m3, aplicación de peróxido de hidrógeno en concentración de 400 ppm o empleo de lámparas de radiación ultravioleta (254 nm) (Runia, 1994a, Runia, 1994b). Las esporas de estos hongos pueden

ser eliminadas de una solución nutritiva de bajo caudal (18 L/h) con dosis de radiación ultravioleta cercanas a 430 mJ/cm2. En cuanto al agua empleada esta se puede someter a tratamientos con temperatura (90°C por 2 minutos o 85°C por 3 minutos).
En sistemas recirculantes (NFT), la solución nutritiva se renueva diariamente, por lo que el agua que se agrega debe ser precisamente controlada.
En cuanto al sustrato, este puede ser desinfectado con vapor a 85° C al menos por 30 minutos o bien con agua caliente (100° C) en cantidades de 1 litro por dm3. También es posible su desinfección a través de la solarización por periodos de al menos dos meses (Gómez, 2004).
Otra forma de controlar estos patógenos es manipulando la temperatura del agua con la que se prepara la solución nutritiva. Así la incidencia de Pythium aphanidermatum, de importancia en tomate, disminuye con temperaturas menores a 23°C. Por el contrario Phytophthora cryptogea se ve favorecida por temperaturas bajo este rango, por lo que una medida de control en este caso puede ser elevar la temperatura de la solución nutritiva (Stanghellini y Rasmusen, 1994)
La adición de surfactantes no iónicos a la solución nutritiva también constituye una alternativa de control que permite reducir la diseminación de estos patógenos. Estos actúan sobre las zoosporas, destruyendo la membrana citoplasmática. A concentraciones de 20 mg de ingrediente activo/litro de solución nutritiva recirculante serían efectivos.
La aplicación del fungicida Metalaxil en dosis de 5 ug de ingrediente activo/ml de solución nutritiva constituye otro método efectivo de control. Sin embargo su utilización permanente puede llevar al desarrollo de razas del patógeno resistentes. Además se debe considerar su registro para empleo en tomate hidropónico en los distintos países.
Por otra parte, formulaciones comerciales de Bacillus subtilis también han resultado efectivas en el control preventivo de esta enfermedad (Latorre, 2004).

d.          Pudriciones de post-cosecha, causadas por diversos géneros y especies de hongos, son otro grupo de patologías de importancia en tomate. Muchas de ellas se pueden mantener latentes sin desarrollar síntomas, en flores o follaje, desarrollándose luego de la cosecha. Además de Botrytis spp., causante de pudrición gris, descrita anteriormente, existen otros géneros de hongos asociados a este tipo de patología como es Alternaria spp.
El desarrollo de este tipo de problema se encuentra en muchos casos asociado a la presencia de heridas en frutos, producto de un mal manejo en la recolección y almacenamiento de ellos (Jarvis, 2002b; Snowdon, 1991). De aquí que las medidas de control para evitar la aparición de hongos asociados a estas pudriciones apunten a realizar una cosecha cuidadosa, ojalá en los momentos del día más frescos y menos húmedos, evitando el causar heridas que sean punto de entrada de los patógenos. Por lo anterior es recomendable asegurarse que los cosechadores tengan sus uñas cortas y manos limpias. El producto cosechado en lo posible debe trasladarse rápidamente desde el sol a un lugar en la sombra y fresco, ojalá refrigerado.
e.             Cancro bacteriano del tomate, cuyo agente causal es Clavibacter michiganensis subsp. michiganensis. Esta enfermedad es específica para esta especie, siendo de especial importancia en producción forzada bajo invernadero, debido a la eficiente diseminación mecánica del agente causal. Así, el gran número de labores que se realizan bajo esta modalidad de producción favorecen la dispersión de la bacteria. Inicialmente las plantas infectadas muestran clorosis y amarillamiento unilateral, con presencia de estrías y pequeños cancros en los tallos. Posteriormente estas se marchitan.
La temperatura óptima para el desarrollo de la bacteria causante de esta enfermedad es 26°C. Sin embargo presenta un rango dentro del cual se puede desarrollar que va desde los 2°C y 34°C. Esto nos indica su adaptación a una diversidad de condiciones.
Nuevamente para el control de este patógeno aparece como una medida fundamental el asegurarse de la calidad fitosanitaria de la semilla que se emplee, ya que esta puede constituir la principal fuente de inóculo inicial. En caso de no estar seguros, se puede recurrir a la desinfección de ésta con hipoclorito de sodio al 1% (lejía) por 20 a 25 minutos, o tratamientos con agua caliente a 56°C por treinta minutos.

De igual modo es recomendable antes de iniciar el cultivo, cuando la producción se realiza en invernaderos o algún lugar cerrado, desinfectar con hipoclorito de sodio al 2%, los postes, vigas y cualquier estructura que pueda ser reservorio del patógeno. Esto es particularmente importante si la enfermedad se ha presentado antes.
También es fundamental como medida de control, la higiene dentro del cultivo, y la desinfección de herramientas, manos, y útiles de trabajo con lejía al 1%. Es recomendable mantener al final de cada hilera un recipiente con una solución de este compuesto para que los operarios introduzcan manos y utensilios empleados.
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Síntomas de Cancro bacteriano en tomate

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Marchitez unilateral producida por Cancro bacteriano en tomate

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Síntomas en frutos (ojo de pavo) asociados a Cancro bacteriano
(Fotografía Dr. Mauricio Lolas)
De igual modo, si se ha cultivado tomates en el mismo sector y la enfermedad se ha presentado, constituye una medida de control el eliminar todos los restos del cultivo y quemarlos ya que estos pueden ser fuente de inóculo para la nueva temporada.
Por otra parte, también se debe evitar que el problema sea introducido desde otras siembras. De esta forma si los operarios han estado trabajando en otros cultivos de tomate, es recomendable que antes de iniciar cualquier labor, desinfecten manos y en lo posible cambien su ropa de trabajo.
En cuanto a control químico, se puede recurrir a aplicaciones preventivas de productos cúpricos como oxicloruro de cobre, óxido de cobre o hidróxido de cobre. Una vez que el problema está presente, estas ayudaran a reducir la velocidad de diseminación de la enfermedad.

g. Peca y mancha bacteriana del tomate, producidas por las bacterias Pseudomonas syringae pv. tomato y Xanthomonas campestris pv. vesicatoria respectivamente. En plantas enfermas es posible observar lesiones necróticas en los folíolos, las que también pueden afectar los frutos, perdiendo éstos calidad comercial. En ataques severos puede verse afectado gran parte del folíolo, pudiendo incluso las plantas defoliarse.
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Síntomas de peca bacteriana (Pseudomonas syringae pv. tomato) en tomate
(Fotografía Dr. Mauricio Lolas)

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Síntomas de mancha bacteriana (Xanthomonascampestris pv. vesicatoria) en tomate
(Fotografía Dr. Mauricio Lolas)
Peca bacteriana se ve favorecida por condiciones de alta humedad y temperaturas relativamente frescas. Así el óptimo para su desarrollo se ubica en los 17-18°C. Sin embargo con humedades relativas superiores al 80% que favorezcan la condensación de agua sobre el follaje de las plantas, la enfermedad puede aparecer con temperaturas que van desde los 12 a los 25°C. En cuanto a mancha bacteriana, su agente causal presenta requerimientos térmicos un poco más altos, si bien también asociados a humedades relativas altas superiores al 85%. Así su desarrollo se ve favorecido con temperaturas que van desde los 20 a 32°C. Al contrario de Pseudomonas syringae pv. tomato, noches con temperaturas cálidas incrementan su incidencia, la que se ve reducida por noches frescas.

El control de ambas bacterias parte del empleo de semillas sanas ya que esta es una forma de transmisión del patógeno. Si no se está seguro de la sanidad de éstas, se puede recurrir a los métodos de desinfección ya mencionados para cancro bacteriano.
De igual manera, en cultivos hidropónicos bajo invernadero es fundamental favorecer la aireación, evitando la condensación de agua dentro de éste. Lo anterior principalmente porque los agentes causales de ambas patologías se diseminan por el salpicado de gotas de agua. Una solución a este problema en producción bajo invernadero, es disponer de lucarnas o ventanas de ventilación lateral, o bien utilizar doble techo para evitar el goteo del agua condensada sobre las plantas.
También en el caso de estas enfermedades es recomendable si se han presentado, eliminar tejido enfermo y luego restos de cultivo. De igual manera se debe evitar la presencia de malezas, particularmente solanáceas, que pueden constituir fuente de inóculo.
Dentro del manejo integrado además se puede recurrir a la aplicación de productos con cobre (hidróxido de cobre, oxicloruro de cobre u óxido de cobre) de manera preventiva, cuando existan antecedentes de presencia de estas enfermedades, y las condiciones ambientales sean propicias para su desarrollo.
h. Virosis
En el caso de hortalizas, un ejemplo particular donde los virus pueden llegar a ser agentes fitopatógenos de importancia es tomate. Para este cultivo se han descrito al menos siete virosis afectando esta especie en Chile. Estos además de causar disminuciones en el rendimiento por aborto floral y menor vigor, también afectan la calidad de los frutos, al producir deformaciones y manchado en estos. A continuación se resumen algunos de los principales virus descritos en nuestro país para esta especie (Apablaza, 1999).


Nombre       de    la
enfermedad
Agente causal
Huéspedes
Diseminación
Mosaico              del
tomate
Tomato         mosaic
tobamovirus­ToMV
Solanáceas
Mecánica
Mosaico              del
tabaco
Tobacco       mosaic
tobamovirus
TMV
Solanáceas
Mecánica
Mosaico   leve     o
latente de la papa
Potato                     X
potexvirus-PVX
Solanáceas
Mecánica
Mosaico rugoso o severo de la papa
Potato                     Y
potyvirus-PVY
Solanáceas
Pulgones         (no
persistente) Mecánica Tubérculos contaminados
Mosaico              del
pepino
Cucumber mosaic bromovirus-CMV
Cucurbitáceas, Tomate, Espinaca, Tabaco, Lechuga
Pulgones         (no
persistente) Mecánica
Semilla
Mosaico       de    la
alfalfa
Alfalfa           mosaic
bromovirus
Solanáceas, Leguminosas, Apio, Lechuga.
Pulgones (semipersistente) Semillas
Marchitez manchada        del
tomate
Tomato     spotted
bunyavirus-
TSWV
Tomate, Pimiento, Tabaco, Lechuga
Trips Semilla
Mosaico              del
pepino dulce
Pepino             dulce
mosaic
potexvirus
PepMV
Tomate,       Pepino
dulce
Mecánica

Los síntomas para este tipo de patología pueden ser variables, desde cambios en la coloración normal de los folíolos (mosaicos, moteados, clorosis, bronceado, necrosis) y frutos a alteraciones en el crecimiento (enanismo, acortamiento de entrenudos, deformación de folíolos y filimorfismo, aborto de

flores y frutos). De aquí que ellos en la mayoría de los casos no sean suficientes como para realizar un correcto diagnóstico. Así para este tipo de enfermedades es necesario recurrir a otras técnicas para identificar con exactitud al agente causal.
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Plantas de tomate infectadas con el virus del bronceado del tomate (Tomato spotted wilt virus-TSWV)
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Cambio de coloración en folíolos de tomate asociado a la presencia de virus
(Fotografía: Dr. Mauricio Lolas)

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Moteado en folíolos de plantas de tomate infectadas con virus

Las medidas de control de este grupo de patógenos en cultivo de tomate hidropónico, variaran de acuerdo al virus. Sin embargo existen recomendaciones generales dentro del manejo integrado como son:
- eliminación de plantas con síntomas que constituyen fuente de inóculo, lavándose las manos inmediatamente luego de eliminarlas, antes de volver a trabajar al cultivo. Es recomendable también remover aquellas inmediatamente adyacentes, ya que éstas también pueden presentar el virus sin mostrar aún síntomas.
- monitoreo permanente para ubicar plantas sintomáticas, especialmente exhaustivo antes de cualquier labor que implique manipuleo de éstas como poda, amarre, desbrote.
- eliminación de rastrojos desde sustratos y esterilización de estos, ya que algunos virus como TMV pueden permanecer por periodos prolongados, de hasta dos años en ellos.
- limpieza periódica de la ropa de trabajo, la que ojalá debe cambiarse diariamente.
- desinfección cada cierto tiempo, por 5 minutos en agua hirviendo de herramientas, y utensilios de trabajo para eliminar cualquier posible contaminación.
-   limpieza de manos en una solución de agua y jabón, o bien leche
descremada.
- eliminación de malezas que pueden constituir huéspedes alternativos. Es el caso de chamico (Datura), quinguilla (Chenopodium), bledo, correhuela, malva, entre otras. Es importante tener presente que algunos virus presentan rangos de huéspedes bastante amplios, que incluyen también otras especies cultivadas. Es el caso de TMV, ToMV, CMV entre otros.
Las medidas anteriores son especialmente importantes en virus que se transmiten mecánicamente. De igual modo en aquellos que se diseminan a través de insectos, es importante mantener trampas pegajosas dentro del cultivo y malezas o cultivos aledaños, para monitorear la aparición de pulgones, trips, u otros que pudiesen actuar como vectores. Luego en base a los niveles de captura se debe determinar cuando aplicar medidas de control ya sea a través de la aplicación de insecticidas o bien empleo de enemigos naturales (depredadores, parasitoides y entomopatógenos). Esto debería ser cuando el número de individuos capturados comience a aumentar. Estas

trampas pueden ser de color amarillo (pulgones) o celeste (trips), debiendo estar ubicadas a la altura de las plantas.
Por otra parte, en aquellos virus que se diseminan por semilla, como TMV y ToMV se puede recurrir a tratamientos con calor, a 70°C, por periodos variables de 2 a 60 días para eliminar el patógeno.
Otra medida de control la constituye el empleo de cultivares resistentes. Sin embargo esta alternativa sólo existe para el virus del mosaico del tabaco al que muchos de los genotipos disponibles en el mercado son resistentes. Es el caso de Max, Super Max, Presto, Agora, Cobra, Carmelo, Alonso, Fa-144, Any-11, Arletta, Fortaleza, BHN-9086, Dior, Romina y Millenium
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Cambio de coloración en folíolos de tomate asociado a la presencia de virus